Eguía marcas y patentes: la apuesta de Javier Eguía

Javier Eguía lidera su estudio Eguía marcas y patentes, enfocado en registro de marcas y patentes. Además, es inversor desarrollista. Javier, es parte de la tercera generación de una familia que ha sido protagonista de la historia y el presente de Córdoba.

Más allá del estudio, Eguía incursiona en el mundo desarrollista como inversor en diversos proyectos.

Comencemos por lo básico: ¿qué diferencia hay entre una marca y una patente?

«La marca es el nombre por el cual se identifican los productos y los servicios en el mercado. Cada uno de nosotros tenemos un nombre, puede suceder que dos personas se llamen igual, pero en el caso de las marcas no puede haber productos y servicios con el mismo nombre. Esto genera confusión en el consumidor. La marca busca proteger al consumidor para que no se confunda y obliga a las empresas a usar distintas marcas».

¿Y en el caso de una patente?

«Lo que la patente protege son las invenciones. Por ejemplo, la telefonía celular o la heladera eléctrica. Estamos rodeados de invenciones todo el tiempo, ya que pueden ser productos, procesos de producción, son cosas que se inventan en fábrica».

Y vos, ¿cómo llegaste a este rubro de registro de marcas y patentes?

«Todo comenzó en 1947, cuando mi abuelo José María Eguía Zanón, que era una persona muy inquieta, detectó que había una necesidad en Córdoba. Las empresas necesitaban registrar sus marcas sin tener que ir a Buenos Aires, entonces buscó algún tipo de asociación con firmas de allá. Así fue como comenzamos a ser representantes de una firma muy grande, hasta que nos independizamos y mi padre, Jorge Raúl Eguía Cairó, entró a trabajar con él. Mi abuelo pasó a otras funciones, fue director del diario Comercio y Justicia, donde también trabajaba mi padre. Era una empresa que requería mucho más tiempo, por lo que el estudio quedó un poco en segundo plano».

¿Cuándo comenzaste a trabajar?

«Por el año 1990 comencé a estudiar la Licenciatura en Administración de Empresas, y mi padre había sido diagnosticado de cáncer, con lo cual estaba muy preocupado por mi futuro. Ahí se reactivó la actividad del estudio. En un primer momento, se contactó con una vieja socia con la intención de trabajar juntos, pero le dijo que no. Ya se había retirado del diario y había decidido relanzar el estudio conmigo. Era una cosa muy chiquita, así que hacíamos cuatro o cinco marcas por mes con mucha suerte».

Un comienzo un poco complicado…

«Pero aun así, empezamos con bastante éxito, porque papá era muy conocido en el medio. A mí me mandaba a hablar a las empresas. Rápidamente empezamos a crecer. Me acuerdo de que un paso muy importante fue cuando incorporamos clientes como Vértice Musical y Salto 96, dos empresas que hoy ya no existen, junto con tantas otras de Córdoba que fueron confiando en nosotros. Incorporamos tecnología, lo que nos permitió seguir creciendo».

¿Qué tipo de tecnología?

«Antes todo se hacía con máquinas de escribir y ficheros. Entonces, viajamos a Buenos Aires porque había gente que había desarrollado un software especial, así que compramos una computadora XP y yo personalmente cargué todos los datos de los clientes, que eran como 600. Me llevó como dos meses hacerlo, estuve día y noche. Al darle tecnología al servicio, empezamos a brindarlo de mejor manera, y los clientes estaban felices. La referencia y el boca a boca nos fue trayendo muchos más clientes. Además, por mi profesión de licenciado en Administración y mis conocimientos de marketing le di una visión mucho más competitiva y comercial al estudio».

¿Cómo hiciste?

«Nosotros éramos muy agresivos en la comunicación. Hacíamos prensa, teníamos newsletter y visitábamos a todos los clientes por lo menos una vez al año, tratando de estar siempre cerca. Aplicábamos mucho marketing, algo que actualmente es normal, pero en esa época era novedoso».

¿En qué momento quedaste al frente de la firma Eguía marcas y patentes?

«En 1994 falleció mi papá y yo con 22 años quedé a cargo del estudio. No hubiese sido posible si mi novia en ese momento, María Verónica Cima, actualmente mi esposa, no me hubiera acompañado desde el primer tiempo. Al poco tiempo que iniciamos con el estudio, en ese momento ella estudiaba Derecho. Fue otra etapa muy difícil, mi papá estaba enfermo y ella fue un pilar fundamental sin el cual no hubiera sido posible lo que hoy es Eguía. Al poco tiempo, ambos nos recibimos y desde entonces hemos sido un equipo muy fuerte y sólido».

Actualmente también están tus hijos, ¿no?

«Sí. Es la cuarta generación de la familia. Nicolás y Clara son abogados y están en el estudio, emprendiendo el futuro».

¿Cuántas marcas registradas maneja la cartera de Eguía?

«Tenemos 100 mil marcas con asuntos vigentes y se registran un promedio de 300 marcas por mes, entre Argentina y el exterior».

A lo largo de estos años, ¿cuándo se registraron más marcas?

«Nuestro trabajo siempre está íntimamente vinculado a la economía. Nuestros clientes, las empresas, sólo invierten en nuevos proyectos cuando la economía está mejor. Cuando esta floja, como ahora, hay menos movimiento. Muchas de las decisiones de inversión se postergaron, por lo que no va a ser un buen año para nuestra actividad profesional. Estos momentos son desafiantes. El registro de marca tiene una vigencia de una década. Cuando uno le habla al cliente a los 10 años, más de una vez nos ha pasado que no encontramos más la empresa porque ya no existe, cerró o quebró. Más del 50% de las empresas mueren antes de llegar a los 10 años en Argentina. La tasa de mortalidad empresarial es terrible».

¿Cuáles son los principales clientes que tienen hoy en Eguía marcas y patentes?

«Tenemos el Sanatorio Allende, Hospital Privado, Amerian Hoteles, Savant Pharm, Banco de Córdoba (Bancor) y Bodegas del Fin del Mundo. Tenemos muchas bodegas».

¿Qué rubro se destaca más?

«Las empresas que más registran son los laboratorios farmacéuticos y las bodegas. Tenemos una oficina en Mendoza, que es especialista en bodegas y tiene mucho trabajo. Las farmacéuticas tienen muchas marcas de sus productos».

¿Y qué hacen sobre propiedad intelectual?

«Lo que hacemos en menor medida son depósitos de propiedad intelectual para autores de libros o alguna otra creación que requiera algún tipo de depósito. No es tan frecuente en Córdoba, es menos del 5% de lo que hacemos».

«Sí, siempre fui bastante inquieto. Hice un enorme esfuerzo para promover el estudio, participando en ferias, viajando, pero noté que el país no acompañaba y que los clientes no crecían. Esta actividad requiere un país en crecimiento, próspero, no había mucho para invertir en mi propio negocio. Sentíamos que no teníamos mucho margen para crecer, había llegado un techo. Entonces, empezamos a analizar el negocio inmobiliario y a comprar algunos lotes, pozos y departamentos. Hasta que un día con unos amigos decidimos comprar tierras en zona sur e hicimos un desarrollo inmobiliario pequeño».

Y ahí ¿le tomaste el gusto al desarrollo inmobiliario?

«Sí. Continuamos haciendo otras cosas; incluso compramos una esquina en zona norte e hicimos un edificio de oficinas, donde estamos ahora, y las seguimos alquilando. Luego compramos un edificio de departamentos en la calle Deán Funes, lo remodelamos y lo vendimos. Luego entramos como inversores en Acquavista, un loteo camino a Carlos Paz».

¿Cómo ves el futuro de Eguía marcas y patentes?

«Ahora estamos esperando un mejor momento, analizando la situación, porque en este contexto no hay nada para construir ni invertir. Pusimos el pie en el freno. Por el momento, estamos muy contentos con la llegada de los hijos al estudio».

Del golf a la paella

  • Nombre. Javier Andrés Eguía (51).
  • Casado. Con María Verónica Cima.
  • Hijos. Cuatro, de los cuales dos trabajan con él.
  • Le gusta. Jugar al golf, al pádel, viajar y cocinar paella.
  • Profesión. Licenciado en Administración de Empresas.
  • Cargo. Director y socio.
  • Empresa. Eguía Marcas y Patentes.
  • Colaboradores. 40.
  • Contacto. +54 9 351 201 7052.